Cuando Sebasti?n Mareco se entera por televisi?n de que en un inquilinato de mala muerte han asesinado a un viejo amigo, la tentaci?n de olvidar inmediatamente la noticia tiene los s?lidos fundamentos del sentido com?n y el instinto de supervivencia. El Chivo Robirosa nunca fue un inocente, aunque licuadas en el tercer o cuarto whisky de la madrugada las entra?ables im?genes del pasado acarician la memoria de Mareco. La tentaci?n de volver a quien no hace tanto tiempo triunf? en Italia corriendo detr?s de una absurda pelota ovalada, de abrazarse ...