«En cuesti?n de pocos meses, fui testigo de dos de los acontecimientos que m?s temo en la vida: la muerte de un hijo para sus padres y la muerte de una mujer joven para sus hijos y su marido. Alguien me dijo entonces: eres escritor, ?por qu? no escribes nuestra historia? Era un encargo, y lo acept?. Empec?, pues, a contar la amistad entre un hombre y una mujer, los dos supervivientes de un c?ncer, los dos cojos y los dos jueces, que se ocupaban de asuntos de sobreendeudamiento en el tribunal de primera instancia de ...
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