Intrigada por el silencio que se hab?a originado a sus espaldas, lentamente, la mujer comenz? a darse la vuelta. De pronto, una luz brillante ceg? sus ojos, dej?ndola inm?vil, en medio de la calle, como suele sucederle a las presas indefensas. En mil?simas de segundo, el estrepitoso rugir de un motor y el chirriar de unos neum?ticos le congelaron la sangre y le hicieron ver que no tendr?a escapatoria. Cuando el coche la derrib?, su cuerpo y la misteriosa fotograf?a que llevaba en sus manos salieron disparados hacia el g?lido aire ...
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