Pintor mediocre, dolorosamente consciente de sus limitaciones, H. recurre a las p?ginas de un diario como medio para comprender sus debilidades est?ticas y para comprenderse a s? mismo, cuando acepta el encargo de retratar a S., administrador de una compa??a. Enmara?ado en una red de banales relaciones humanas y de casuales y previsibles aventuras, H. siente la necesidad de pintar un segundo retrato de S., comenzando a interrogarse sobre e1 sentido de su arte, de las relaciones con sus amigos y su mante, sobre el sentido de su propia vida sin historia.
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