En los pedregosos aleda?os de Pizzutello, la lluvia ha devuelto a la luz un cad?ver con signos de haber sido ajusticiado por traici?n. Sin huellas dactilares y con el rostro desfigurado, las caracter?sticas no se corresponden con las de ning?n desaparecido. Y cuando Mim? Augello insiste de forma muy extra?a en hacerse cargo del caso personalmente, las alarmas de Montalbano se encienden.Pese a que los molestos achaques de la edad lo tienen algo embotado, su infalible instinto lo lleva a no ceder las riendas y seguir adelante sin bajar la guardia. O tal vez el mejor est?mulo sea la aparici?n en escena de Dolores Alfano, una mujer atractiva y seductora que denuncia la desaparici?n de su marido, de quien dej? de tener noticias poco antes de que embarcara hacia Sudam?rica. As?, de manera gradual y casi imperceptible, dos casos en apariencia distantes empiezan a mezclarse.
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