As? reza la carta que, escrita con la propia sangre de su hijo Harald, recibe en Alemania Amelia Gotlieb, d?as despu?s de que la polic?a islandesa encontrara el cad?ver del muchacho en la Facultad de Historia de Reykjavik: un cad?ver al que, adem?s, le han sacado los ojos y lleva marcados en su cuerpo extra?os signos que dejan a los forenses entre el estupor y el espanto. Descontentos con el trabajo de la polic?a, y deseosos de que la verdad se descubra de la forma m?s discreta posible, los padres ...
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